Los niños no lloran.

“Los niños no lloran” ha sido una frase que se ha colado en la memoria colectiva, es decir, más de uno la ha escuchado y otros tantos la han seguido al pie de la letra…

Hace poco vi una película, me di cuenta que tenía un nudo en la garganta y una gran resistencia a soltar el llanto. Así surgió mi inspiración para este blog.

Por mi proceso personal me he permitido llorar un poco más, pero me parece que la frase sigue calando en todas mis células. ¿Por qué no he podido pasar el borde de hacerlo junto a las personas que amo: pareja, hermanos, amigos..? Estoy seguro que no soy el único a quién le pasa esto.

Varios hombres han llegado al consultorio y en todos ellos (todos) he notado la misma incapacidad; ya lo dijo Daniel Goleman: analfabetismo emocional.

Aunque la relación terapéutica brinda todas las posibilidades de que se abran los sentimientos, el miedo, la angustia e incluso la vergüenza de mostrar la tristeza (especialmente) prevalece en los hombres.

Hace poco llegó un hombre y cuando le dije: “veo que cuando hablas de tu infancia se te nublan los ojos” lo primero que me dijo fue: “si, una disculpa”… ¿por qué habría un hombre de disculparse por llorar? Otro dijo: “nunca había llorado como hoy”, ¿guardarse por 35 años la tristeza…? imagino la coraza que un hombre construye para que no surja el sentimiento, o mejor aún lo polariza tal como Jorge Bucay lo evidencia en su fábula la furia y la tristeza: “cuentan que desde entonces, muchas veces uno se encuentra con la furia, ciega, cruel, terrible y enfadada, pero si nos damos el tiempo de mirar bien, encontramos que esta furia que vemos, es sólo un disfraz, y que detrás del disfraz de la furia, en realidad… está escondida la tristeza”. Y así se privilegia el enojo y la furia sobre los otros sentimientos como el afecto o la tristeza.

Esto ha prevalecido como una gran cadena familiar. Mi padre sólo ha llorado frente a mí con gran dolor una vez. Y déjenme decirles que no estaba sobrio… ahora imagino al padre de mi padre ¿creen ustedes que alguna vez lloró con él? ¿Cómo es que hemos perpetuado este patrón?

Laura Rincón Gallardo habla del Abrazo de Contención y es una técnica que la madre hace con el hijo; lo sienta en sus piernas con la cara frente a su pecho, lo sujeta firmemente y le dice: “llora, no va a pasar nada, eres libre de expresarte”… esto se recomienda hacerlo hasta antes de los 11 años.

Si eres madre, pregúntate ¿cuantas veces has permitido que tu hijo en éste abrazo contenido muestre su miedo o su llanto? Pero sobre todo ¿Cuantas veces tú como madre reconoces tus propios sentimientos y los expresas? A algunas niñas les es más sencillo mostrar su tristeza o afecto aunque a ellas se les limita el enojo y la furia: “una niña se ve fea si se enoja”… (contrario a los hombres).

Si eres mujer y madre te sugiero con todo el corazón que fomentes sentir a tu hijo la tristeza (y las otras emociones). Que brindes las condiciones para que él pueda sentirla y no ser uno más de aquellos que le han negado la posibilidad. Y si eres padre y aún tienes adherida la frase “los hombres no lloran” busques los medios para hacerlo diferente.

Ser libre de sentir las emociones (miedo, alegría, afecto, tristeza o enojo) no es una cuestión de género es una cuestión de especie humana y de supervivencia; cada emoción tiene un objetivo según Miriam Muñoz Polit: el MIEDO sirve para protegernos, la vinculación se logra gracias al AFECTO, la TRISTEZA promueve el retiro hacia uno mismo y la reflexión, el ENOJO funciona para establecer límites y defendernos y finalmente la ALEGRÍA vivifica al cuerpo y lo energetiza.

Permitir que nuestros hijos e hijas reconozcan y sientan sus emociones les ayuda a ser personas más inteligentes, emocionalmente hablando, tienen más capacidad para expresar y manejar sus sentimientos pero sobre todo ser más flexibles y equilibrados frente a las adversidades de su entorno.

¿Suena bien, no? Lo mejor es que todo se aprende en el grupo primario (agente de socialización por excelencia) así es que la tarea y el reto depende de ti que eres madre o padre.


Con amor y fuerza para la revisión interna…