Como terapeuta he tenido la oportunidad de acompañar en el encuentro con lo más intimo y profundo de cada ser: las emociones, si bien cada persona tiene su propia historia, percepción y motivos de consulta he identificado que un tema frecuente es nuestra propia valoración.
Pareciera que cualquiera podría tomar aquello beneficioso que los otros y la vida nos ofrece o negarnos a recibir lo que no nos es útil pero la dificultad está relacionada con la creencia de que no merecemos (porque necesitamos esforzarnos más, porque no somos lo suficientemente buenos o porque es egoísta tomar sin dar antes a los otros y entonces me quedo con lo que sobra).
Erik Erikson: Se interesó a investigar como se desarrolla la identidad, formulando así su teoría de las “etapas psicosociales” en las cuales las 5 primeras se vinculan con la repercusión que tienen los padres o cuidadores en la formación de la identidad.
Cuando tenemos un recién nacido, necesita ser alimentado, cuidado y acogido, si sus necesidades son cubiertas entonces podrá confiar, sabiendo que hay alguien que lo cuida pero si no lo percibe así entonces sentirá miedo y desconfianza, conforme va creciendo, se da cuenta que puede hacer y comienza a intentar caminar, vestirse, tomar objetos, etc; si se le frena o es criticado creerá que no puede hacerlo, dejará de intentar y se sentirá avergonzado pero si por el contrario se le alienta a seguir entonces aprenderá que puede hacerlo, que está bien intentarlo y se sentirá orgulloso de si mismo; podrá determinar sus virtudes, sus áreas de oportunidad, sus gustos, sus características propias y así establecer su identidad.
Si lo que fuimos integrando de nuestros padres o cuidadores fueron frases como: “inténtalo, lo hiciste muy bien, sé que puedes hacerlo , te amo”, fomentarán la esperanza, voluntad, propósito, competencia y el sabernos merecedores y capaces de dar. Pero si incorporamos como ciertas y definitivas frases como: “sécate esas lagrimitas, otra vez lo hiciste mal, nadie te pidió tu opinión, así nadie te va a querer”, el resultado será desesperanza, vergüenza, culpa e inferioridad y entonces creeremos que no lo lograremos, que no somos valiosos, que lo que nos pasa no es relevante y quizá esa persona que realmente necesita de los otros pero que en algún momento integró que estaba solo y que a pesar de sus esfuerzos no complacerá a quienes ama se escuda tras una máscara de fortaleza y poder “ yo puedo solo” “no necesito de los demás” o deja expuesto su sentir utilizando frases como “soy un inútil”, “no lo merezco”, “lo que me pasa me lo gano por tonto” tomando lo que le daña, dando de más y rechazando por temor a sufrir lo bueno y lindo que hay para el .
Y así, nos puede quedar claro nuestra dificultad para recibir, puesto que como no recibimos aquello que nos hubiera gustado de niños y niñas, cerramos la posibilidad ahora como adultos de recibir todo lo bueno que hay para cada uno de nosotros.
Si te identificas con estas líneas, no eres el único o la única, habemos personas que hemos atravesado esa situación y que con la TERAPIA hemos encontrado las posibles soluciones.